El Toro de Barro

El Toro de Barro

viernes, 13 de marzo de 2009

"Fugaz", de Juan Ramón Mansilla

Al Magnus

Ante un paisaje de Ma-Yuan
(Tinta sobre papel, siglo XIII, dinastía Song)


Ni el agua que transcurre torna a su manantial
ni la flor desprendida de su tallo
vuelve jamás al árbol que la dejó caer,
escribe Li Po,
quien según la leyenda se ahogó en una noche
de curda tratando de abrazar la luna
en el río.
Quizá él sea la figura que demora
su paso en una senda de montaña.
Un arroyo entre los riscos,
un cerezo da las primeras flores.
Las aves se elevan y desaparecen
como con las nubes las sombras.
Silba el viento del norte
acordes de mandolina, lejanos
tañidos de campana,
largo sonar de un mundo transitorio.
De pie, entona una canción
para las cimas que el añublo desvanece
en el equívoco sepia de la tinta.
Bien sabe que el despertar agosta
los racimos y bayas que maduró la noche,
y un cauce de agua hace
dudar de cuál es el curso verdadero.


***

Cuenta una antigua y hermosísima leyenda cómo, cierto día, un comerciante europeo se quedó prendado de una adolescente que bailaba como una lengua de fuego en una de las tabernas que flanqueaban el zoco de Damasco. “Qué voluptuosa eres, muchacha”, le dijo blandiendo al cielo una copa de vino. Y ella, acercándose hacia él, le respondió mirándole a los ojos con los ojos redondos de su asombro: “Viajero, ¿qué es la voluptuosidad?”.
La leyenda no nos cuenta lo que hizo el venerable mercader de especias cuando aquella muchacha, con su enorme inocencia, le arrojo a la cara los vientos del este, pero sí sabemos lo que ha hecho Juan Ramón Mansilla en su Fugaz, al que pertenece esta delicada composición poética que otro viajero acaba de leer: un poemario nacido -tode él- de la contradicción, que se nos da como la inusual cosecha de un mundo literario crecido a la sombra abigarrada de la poesía inglesa pero alumbrado -de pronto– por Oriente y sus farolillos rojos.
Todo ello convierte Fugaz, ante mis ojos, en uno de esos palacios de invierno que, después de haberlos recorrido una y otra vez, te devuelven siempre la certeza de que aún existen puertas por abrir.
Por esa razón, El buscador de joyas
ha dedicado a ésta que ahora comparece ante los ojos de los merodeadoresde la noche, y que todavía es fácil de econtrar en algunas librerías, un apunte en su asombrado cuaderno de bitácora: no más que un brindis tranquilo por un autor de creciente y sinuosa bigrafía que, por la fuerza de los hechos y de algunas de sus arriesgadas cabalgadas literarias, se ha convertido para muchos en un poeta de culto llamado a perdurar en los bosques del alma...


(Biografía de Juan Ramón Mansilla; Antología poética; Comentarios y reseñas de su obra literaria; Títulos del autor editados por El Toro de Barro y blog del autor)