Flor de tinta
(Rosa Alice Branco)
El poema es el dibujo de esta letra
inclinada por el rumor del viento
cuando le pido abrigo
y veo en él el espejo de mi cuerpo
reposando en tus brazos de ayer.
La tinta aún no ha acabado de secarse
el olor fresco de la página se vuelve hacia la página siguiente
y mi voz se oye mejor al viento
cuando conspiramos en el silencio
la próxima letra
y la exactitud de su dibujo.
Ahora hay mimosas en los árboles
y allá abajo el río ya no es como era
ni sabría serlo.
Olvidé cómo se bebe el agua con la mano
o cómo se bebe la mano
del río.
Yo existía en esa transparencia
en la flor espiritual y líquida
de la tinta
que retoca en el papel su vida.
Esta letra es mi nombre deletreado por ti
o mi nombre que todavía no está seco
y te mira desde las acacias que florecen amarillas
en el rigor del invierno.
Cualquier palabra tuya me dibuja
y así comienza cualquier cosa
que me estaba destinada desde siempre.

La escritura como gran metáfora de la emoción amorosa: esa es la gran almendra espiritual de la Caligrafía de Rosa Alice Branco y de La cicatriz amable de Egito Gonçalves, poemarios que El Toro de Barro sacó adelante el año 2001 en sus Cuadernos del Mediterráneo como un gesto de renovación del ya viejo abrazo a la poesía portuguesa -y brasileña- que estuvo en los orígenes mismos de sus tradiciones. Vistos desde la lejanía del tiempo, tanto los poemas de Egito como los versos de Rosa Alice -que con tanta delicadeza tradujo al castellano la poeta gaditana Mercedes Escolano- se nos antojan un hermoso diálogo amoroso entre dos de las voces más significativas de la poesía portuguesa contemporánea, que estuvieron unidas por muchas y arriesgadas aventuras literarias y, al tiempo, hcieron de su alma una casa común suspendida del aire -hasta el finl- por un hilo de seda. Sirva este renovado abrazo de El Toro a la poesía lusitana como un silencioso homenaje, también, a Egito Gonçalves, cuya muerte -acaecida en las postrimerías del año 2000- nos dejó a quienes le admirábamos un poquito cada vez más solos, y del que aquí queremos dejar su voz rodar al cabo de una dicha que no cesa:
Tu nombre
(Egito Gonçalvez)
Tu nombre es un vocablo
de amor,
una caricia
que la lengua desenvuelve.
No puedo pronunciarlo
en voz alta
cuando no estoy solo. Las
respiraciones ajenas
corrompen: podría
disolverse en el viento,
fragmentarse,
perder
su misterio indescifrable,
desviar
la flecha de su blanco.
Lo pronuncio eliminando
el sonido, dos sílabas
que ruedan por mi cuerpo,
abren los poros y,
por medio de los ojos,
envían el mensaje necesario
al soporte de Octubre.
Todo canta, rodeando el silencio,
la brisa leve que perfuma
las letras
cuando traspasas la puerta
y tu sonrisa dulce
avanza hacia mí.
La garganta se abre,
las sílabas revolotean,
transforman
el espacio en música,
los acordes del agua:
mi cuerpo es ahora una cama
en la que la alegría abre
la felicidad, sus alas.
(El lector podrá encontrarse con la biografía de ambos autores, y con sedas antologías de su obra poética, a través de los vínculos que figuran en el texto con letra más oscura)