El Toro de Barro

El Toro de Barro

jueves, 22 de noviembre de 2007

Reportaje gráfico del estreno teatral de «Guantes de Piel Humana»

El 16 de noviembre de 2007 se escenificó de nuevo, y en la misma ciudad de Tarancón, la obra de teatro Guantes de piel humana, cuando se cumplía el XXX aniversario de su primera representación pública. A continuación, El Toro de Barro os presenta algunos de los comentarios de prensa detectados sobre este acontecimiento memorable, así como un breve reportaje fotográfico acompañado de no menos breves extractos del guión con que Carlos Morales y Julio Clemente Lourtau -que encarnaron al judío y al nazi respectivamente- se convirtieron en los primeros autores latinomaricanos en montar un drama sobre el Holocausto.


PRIMER ACTO
(Extracto)



DELMER.- (Al público) ¡Guantes de piel humana¡ ¿Quién compra guantes de piel humana? ¿Alguien quiere guantes de piel humana?

Delmer baja al patio de butacas, y busca entre el público a quienes les pueda vender su mercancía. Encuentra a un señor cuyo aspecto delata su opulencia.

DELMER.- (Al hombre opulento) ¿Ud. Caballero, no desea Ud. Unos guantes de piel humana como no los hubo nunca en parte alguna? Se nota que Ud. es de los que saben lo que quieren, y de los que están dispuestos a pagar el más alto precio por algo que lo distinga de los demás. ¡Verdad que son hermosos, eh¡ ¿Cuánto me daría Ud. por estos guantes de piel judía? ¡Póngale precio¡ Pero no me diga lo que aquel ingenuo poeta alemán que nunca se lavaba ¿cómo se llamaba aquel ingenuo poeta alemán que creía en los débiles? ¡Ah sí, Bertolt Brech¡ Un día le preguntaron que cuanto valía un hombre y él dijo “¡un hombre vale lo que un saco de arroz¡” Yo estoy seguro que Ud convendrá conmigo –toque, toque– que estos guantes valen bastante más que un saco de arroz…

Como el hombre opulento no quiere comprar su mercancía, Delmer se dirige a un muchacho joven.

DELMER.- (Al joven muchacho) Eh, muchacho, pruébate éstos. Tus manos son muy grandes, muy viriles, le vendrán muy bien a la piel de estos guantes. No seas tímido, sé un hombre, y póntelos. Los hicimos con la piel de una muchacha judía que nunca conoció varón, una fruta roja que nunca fue arrancada del cerezo…¿Te imaginas la caricia de seda de su piel en tu mano?
No son unos guantes de piel humana cualquiera…
¿Usted?
¿Acaso Usted?
¿Quién de Ustedes quiere guantes de piel humana?
¿Es que nadie aquí quiere contemplar esta luz?
¡Es la Luz que tolis pecata Dei¡
¡Es la Luz que limpia los pecados de Dios!
¡Es la Luz, la Luz de Alemania!



DELMER.- (Al público, mientras bebe y pasea por el escenario) Hipócritas. Hipócritas. Hipócritas. Había que hacerlo. Sabíamos cómo hacerlo. Y lo hicimos. Nosotros sí tuvimos el valor de hacer aquello que vosotros quisísteis pero no tuvísteis el valor de hacer. Nosotros sí supimos liberar a Europa de su vieja enfermedad judía. Y lo hicimos sin contemplaciones. ¿Por qué cercarlos? ¿Por qué expulsarlos? Lo reducimos todo a una cuestión de rentabilidad. Con piel humana forramos las Biblias del Dios de los débiles y los libros escolares de los niños de Alemania. Construimos mamparas para las ventanas y acostumbramos al sol de Europa a pedir permiso e inclinarse antes de pasar a los salones de Alemania. Con piel humana protegimos a Europa del frío que llegaba de oriente con sus crisantemos rojos. Fabricamos guantes para nuestros héroes; mandiles para las matronas de nuestros hospitales; bolsos para nuestras esposas y estolas para nuestras amantes. Fabricamos lámparas con la piel judía, y con ellas combatimos en Europa la vieja oscuridad, le dimos la luz, nuestra luz. (Gritando) La Luz de Alemania, (Saludo militar) ¡Heil!





SEGUNDO ACTO
(Extracto)



(El judío Moshe deja de ser el perro Nadie y, mientras Delmer duerme, se acuerda de su esposa Sulamith, y se deja llevar por los bucles opulentos del dolor con los versos del Todesfuge, de Paul Celan)








MOSEH.- Y tú, Sulamith, y tú?
Amor mío,
Yo ya sé que no te volveré a ver más.
Yo ya sé que no volveré a sentir tus brazos en mi espalda
ni la sombra de tus pasos en la arena…
Oh, Sulamith, Rosa de Nadie, ¿Donde podré hallar los negros cabellos tuyos que brillan como el carbunclo en la noche? Humo negro, ceniza ya…



(Señalando a Delmer, con voz aterrorizada)









Vive un hombre en la casa
que juega con serpientes, Sulamith,
Hay un hombre que juega en la casa con serpientes

y escribe a Alemania al atardecer….




Escribe y escribe
Y sale de la casa

Y mira las estrellas, y ordena a las estrellas
¡lucid, lucid, lucid!
y las estrellas arden, Sulamith,

y las estrellas lucen, lucen, lucen…

Y su ojo es azul.
empuña su látigo
sus ojos nos miran…
y silva a sus perros
azuza a sus perros,
los lanza a nosotros

¡ladrad, ordena, que rujan los perros,
y vosotros hincad más hondo en la tierra las palas nos dice
y vosotros cavad una zanja en la tierra más hondo,
tallad una tumba en el cielo,

y vosotros cantad, judíos, cavad, cavad y cavad,
y los otros seguid tocando y bailad
que suene más dulce la muerte

...que suene más dulce la muerte
y así subiréis como humo en el viento
al nicho que os doy abierto en el aire
no se yace allí estrecho….


(Moshe cae arrodillado y eleva las manos como si ofreciera al cielo su cáliz de dolor)


Negra leche del alba
Te bebemos al atardecer.
De mañana y de tarde te bebemos
Al medio día la bebemos, la bebemos de tarde, Sulamith, Bebemos y bebemos
La negra leche del alba…







TERCER ACTO
(Extracto)


(Delmer Appelman, Comandante en jefe del campo de concentración de Buchenwald, tiene una visión en la que habla con su madre, que está ausente)


DELMER.- Madre ¿Estás ahí? El Führer me ha requerido en persona para prestar un servicio especial a Alemania. Toma ¿la quieres leer? ¡El mismo Führer, a mí, a mí, en persona. ¿es que no lo entiendes madre, es que no lo entiendes?


¡He sido nombrado comandante del campo de concentración de Buchenwald, Madre¡
Es un gran destino. Eso me alejará de los peligros del frente, del frío que se avecina ¿No te alegra eso, Madre?



¿Mi misión? No sé si debo decírtelo, Madre. Es una misión secreta. Sólo te puedo decir que hay que aprovechar la guerra para liberar a Alemania, y aun al mismo mundo, del cáncer judío. Pero hay que hacerlo en la oscuridad de los bosques, porque el mundo no está preparado para comprenderlo, madre…¿Te imaginas, Madre, lo que dirían los rusos si se enteraran que vamos a limpiar de judíos la faz de la tierra? Ellos, sí, los rusos, los mismos que han acabado en su revolución con la vida de millones de personas? ¿Te imaginas qué dirían los “demócratas” de Occidente? Ellos, los mismos hipócritas que han robado lo mejor de Alemania…


No te escandalices, Madre… ¿acaso los judíos no crucificaron al Hijo de ese Dios al que me enseñaste a rezar? Ese crimen los cambió para siempre. Alteró su naturaleza. Los hizo distintos….¡No es una raza inferior, madre, es una raza incompatible con la civilización que anhelamos, Madre¡ ¿Es que no lo entiendes?


¿Y por qué habría que apartarlos de la solución definitiva, Madre, de la Solución Final? Bajo su ingenuidad se esconde la perversidad que emergerá mañana para la perdición del mundo y de Alemania… Sí, madre, sí, a los niños también…


Oyes los trenes, Madre?
Los oyes?
Llegan más y más. De mañana y de tarde llegan los judíos, con su piel dispuesta...
Su destino ya está escrito, Madre.




(Delmer se queda con los brazos apoyados en su fusil, como un crucificado. Moshe, el judío, entra en el escenario y se encara con él, recriminándole el apocalipsis judía con unos versos del Tenebrae, de Paul Celan)



MOSHE.-
¿Quién, quién era la estirpe aquella que fue asesinada,
el testículo y la verga que fueron arrancados de raíz

y que ahora se alzan hacia el cielo
como una salvaje corona que florece?
Somos polvo, venimos del abajo,
Y estamos aquí, Señor, estamos cerca.
Presos ya, Señor, presos y apresables, engarzados los unos en los otros,
con las uñas hundidas los unos en los otros,
Como si cada uno de nuestros cuerpos fuera, Señor, tu propio cuerpo…


Agobiados íbamos, encorvados bajo el viento hacia la fuente,
hacia la zanja
para arrodillarnos sobre el charco y sobre la oquedad,
sobre el abrevadero, Señor,

frente al abrevadero...

Era sangre, la sangre que tú mismo derramaste, Señor,
y relucía.

La sangre que bebimos, Señor.

La sangre y la imagen que manaba de tu sangre,
Señor,
La negra leche del alba...

Y Ahora somos una negra y salvaje corona que florece.

Ruega, Señor, ruéganos. Estamos cerca….









Momento en el que Moshe grita el nombre de su hijo Amós, cuando se entera de que fue convertido en una lámpara de piel humana en el campo de concentración de Buchenwald. Retorcido de dolor, sólo romperá el largo silencio para contar una pequeña nana -"Mueve las patitas de conejo, mueve las patitas perrito viejo"-, con la que le recuerda el tiempo en que él nisno se hizo pasar por un perro alemán y colaboró como kapo con los nazis para sobrevivir y ayudar a su hijo a conservar su vida.... Y se inicia un terrible combate entre los dos protagonistas...








MOSHE.- Podría haberte matado. Podría haberte degollado mil veces, Delmer, mientras dormías…
DELMER.- De haberlo hecho, no habrías sido el último en morir, y la piel de tu hijo no habría tamizado la luz de Alemania en las estancias privadas del Fuhrer sino en las más sucias cuadras de los cerdos…Es verdad, Hubieras sido un héroe para tu propio pueblo, Nadie; la gente habría hablado del hombre que tuvo el valor de degollar a Delmer Appelman, el fabricante de guantes de piel humana…
MOSHE.- Nada hay más absurdo que escribir la biografía de un héroe.
DELMER.- Te equivocas, hay algo más absurdo que escribir la biografía de un héroe: ser un héroe… Nadie te pedía ser un héroe. Yo acepté mi destino para salvar a mi patria, y me convertí el brazo ejecutor de un pueblo que antes o después tendrá que desaparecer de la faz de la tierra. Y tú lo hiciste también, Moshe, hiciste lo que pudiste para sobrevivir y para salvar la vida de tu hijo. Nadie te lo puede reprochar, pero es que además, y gracias a eso, salvaste la vida de algunas personas. ¿Sabes? cuando Buchenwald fue liberado había cien niños que todavía vivían Moshe…Ellos te debieron su miserable vida. Tu pueblo nunca reconocerá eso, te llamarán traidor, pero eso es tuyo, su vida es tuya… Nadie te pedía ser un héroe, y de algún modo lo fuiste…
MOSHE.- Debería haberme levantado, haberte degollado, haberme llevado por delante la vida de los guardias antes de morir…
DELMER.- Ahora podrías hacerlo, Moshe. Mira. (Coge un hacha y golpea un tajo) Así, así, así, así, así…
MOSHE.- De nada serviría que hiciera ahora lo que debí hacer hace mucho tiempo…
DELMER.- Sí, sí serviría. No es lo mismo morir fusilado que en combate, no para un héroe alemán… (Señala el hacha) ¡Cógela, cógela y acaba con esto de una vez!... ¿Qué haces? ¿Estás loco? ¡Ahora puedes hacer lo que quisiste hacer y no tuviste el valor necesario para hacer¡ Mira. Es fácil…

(Moshe se niega a coger el hacha)

DELMER.- No me hagas eso, Moshe, seré tu perro, seré tu Nadie, pero no me hagas eso, no permitas que haya muerto como un vulgar criminal. ¿Es que no te das cuenta? ¡es la única manera de quitarte de encima el peso de tu culpa!... (Delmer, desesperado, lame las botas de Moshe)…
MOSHE.- ¡No, Delmer, No! Para ser un héroe tienes que acabar lo que fue tu misión. Quemaste mi cuerpo, y con la piel de mi hijo hiciste una hermosa lámpara de hierro. Pero te equivocaste, Delmer, mataste a Nadie, a tu perro Nadie, pero no a Moshe, y mientras me quede el nombre, seguiré vivo, seguiré estando vivo, seguiré siendo el último judío al que no te atreviste a asesinar ni siquiera en la antesala de este infierno interminable! ¿Qué dirán tus dioses, eh? ¿Qué quedará de lo poco que las balas dejaron colgado de tu gloria!

(Moshe se dirige hacia el tajo. Cuando llega a él, se detiene, y mira a Delmer por última vez)

MOSHE.- Entre tu gloria y tú, sólo quedo yo, Delmer. El último judío al que no tuviste el valor de arrebatar su nombre.

(Moshe se inclina y apoya su cabeza sobre el tajo de madera. Delmer se dirigie hacia el aguamanil, y se lava con traquilidad. Después, se acicala: ¿qué soldado alemán no cumple su misión en perfecto estado de revista? Y acto seguido, se acerca hacia el judío, y le increpa):

DELMER.-
¿Es eso lo que quieres?
¿no sabes de otro modo de acabar con tu culpa?
¿No te atreves a luchar como Jacob y el ángel?

(Un silencio muy largo)
(Coge el hacha, y la alza) ¡Que nadie vuelva a pronunciar tu nombre, Moshe!
Que nadie vuelva a pronunciar tu nombre, Moshe!
Todo sea por la luz de Alemania….y por la gloria


Y el hacha cae, cae, cae...