El Toro de Barro

El Toro de Barro

sábado, 1 de diciembre de 2007

El viejo




EL VIEJO

Carlos Morales


Cuando las cosas se van, cuando las cosas
recogen sus cosas del armario,
y dicen que se van,
y por última vez en la puerta se vuelven,
y sus ojos te dejan -llamándote- en los ojos,
y tú no les contestas
porque hay lluvia en el pecho,
porque una voz te llama
pasando su lengua por tu mano,
y ese viento
con su rabo feliz ahuyentando la vida,
y esa luz de pronto, esa luz airada
golpeando de pronto
la ventana con sus dientes -llamándote-,
luz que entra
y al llegar a la cama se detiene
y te observa en medio de lo oscuro
como águila al conejo que asustado bajo una zarza llora.
Es inútil levantar la mano. La mano no se mueve.
Inútil es también abrir la boca.
La boca no puede cantar, la boca no sabe cantar
cuando las cosas te miran
y no te reconocen y dicen que se van,
que nada queda ya que las retenga en la casa,
nada de todo cuanto hubo, nada que no sea
ese viejo austero y recostado como un bronce
que mirando al Sur bajo la salicaria duerme,
y en cuyos ojos fríos los pájaros vienen a morir,
y no lo saben.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Reportaje gráfico del estreno teatral de «Guantes de Piel Humana»

El 16 de noviembre de 2007 se escenificó de nuevo, y en la misma ciudad de Tarancón, la obra de teatro Guantes de piel humana, cuando se cumplía el XXX aniversario de su primera representación pública. A continuación, El Toro de Barro os presenta algunos de los comentarios de prensa detectados sobre este acontecimiento memorable, así como un breve reportaje fotográfico acompañado de no menos breves extractos del guión con que Carlos Morales y Julio Clemente Lourtau -que encarnaron al judío y al nazi respectivamente- se convirtieron en los primeros autores latinomaricanos en montar un drama sobre el Holocausto.


PRIMER ACTO
(Extracto)



DELMER.- (Al público) ¡Guantes de piel humana¡ ¿Quién compra guantes de piel humana? ¿Alguien quiere guantes de piel humana?

Delmer baja al patio de butacas, y busca entre el público a quienes les pueda vender su mercancía. Encuentra a un señor cuyo aspecto delata su opulencia.

DELMER.- (Al hombre opulento) ¿Ud. Caballero, no desea Ud. Unos guantes de piel humana como no los hubo nunca en parte alguna? Se nota que Ud. es de los que saben lo que quieren, y de los que están dispuestos a pagar el más alto precio por algo que lo distinga de los demás. ¡Verdad que son hermosos, eh¡ ¿Cuánto me daría Ud. por estos guantes de piel judía? ¡Póngale precio¡ Pero no me diga lo que aquel ingenuo poeta alemán que nunca se lavaba ¿cómo se llamaba aquel ingenuo poeta alemán que creía en los débiles? ¡Ah sí, Bertolt Brech¡ Un día le preguntaron que cuanto valía un hombre y él dijo “¡un hombre vale lo que un saco de arroz¡” Yo estoy seguro que Ud convendrá conmigo –toque, toque– que estos guantes valen bastante más que un saco de arroz…

Como el hombre opulento no quiere comprar su mercancía, Delmer se dirige a un muchacho joven.

DELMER.- (Al joven muchacho) Eh, muchacho, pruébate éstos. Tus manos son muy grandes, muy viriles, le vendrán muy bien a la piel de estos guantes. No seas tímido, sé un hombre, y póntelos. Los hicimos con la piel de una muchacha judía que nunca conoció varón, una fruta roja que nunca fue arrancada del cerezo…¿Te imaginas la caricia de seda de su piel en tu mano?
No son unos guantes de piel humana cualquiera…
¿Usted?
¿Acaso Usted?
¿Quién de Ustedes quiere guantes de piel humana?
¿Es que nadie aquí quiere contemplar esta luz?
¡Es la Luz que tolis pecata Dei¡
¡Es la Luz que limpia los pecados de Dios!
¡Es la Luz, la Luz de Alemania!



DELMER.- (Al público, mientras bebe y pasea por el escenario) Hipócritas. Hipócritas. Hipócritas. Había que hacerlo. Sabíamos cómo hacerlo. Y lo hicimos. Nosotros sí tuvimos el valor de hacer aquello que vosotros quisísteis pero no tuvísteis el valor de hacer. Nosotros sí supimos liberar a Europa de su vieja enfermedad judía. Y lo hicimos sin contemplaciones. ¿Por qué cercarlos? ¿Por qué expulsarlos? Lo reducimos todo a una cuestión de rentabilidad. Con piel humana forramos las Biblias del Dios de los débiles y los libros escolares de los niños de Alemania. Construimos mamparas para las ventanas y acostumbramos al sol de Europa a pedir permiso e inclinarse antes de pasar a los salones de Alemania. Con piel humana protegimos a Europa del frío que llegaba de oriente con sus crisantemos rojos. Fabricamos guantes para nuestros héroes; mandiles para las matronas de nuestros hospitales; bolsos para nuestras esposas y estolas para nuestras amantes. Fabricamos lámparas con la piel judía, y con ellas combatimos en Europa la vieja oscuridad, le dimos la luz, nuestra luz. (Gritando) La Luz de Alemania, (Saludo militar) ¡Heil!





SEGUNDO ACTO
(Extracto)



(El judío Moshe deja de ser el perro Nadie y, mientras Delmer duerme, se acuerda de su esposa Sulamith, y se deja llevar por los bucles opulentos del dolor con los versos del Todesfuge, de Paul Celan)








MOSEH.- Y tú, Sulamith, y tú?
Amor mío,
Yo ya sé que no te volveré a ver más.
Yo ya sé que no volveré a sentir tus brazos en mi espalda
ni la sombra de tus pasos en la arena…
Oh, Sulamith, Rosa de Nadie, ¿Donde podré hallar los negros cabellos tuyos que brillan como el carbunclo en la noche? Humo negro, ceniza ya…



(Señalando a Delmer, con voz aterrorizada)









Vive un hombre en la casa
que juega con serpientes, Sulamith,
Hay un hombre que juega en la casa con serpientes

y escribe a Alemania al atardecer….




Escribe y escribe
Y sale de la casa

Y mira las estrellas, y ordena a las estrellas
¡lucid, lucid, lucid!
y las estrellas arden, Sulamith,

y las estrellas lucen, lucen, lucen…

Y su ojo es azul.
empuña su látigo
sus ojos nos miran…
y silva a sus perros
azuza a sus perros,
los lanza a nosotros

¡ladrad, ordena, que rujan los perros,
y vosotros hincad más hondo en la tierra las palas nos dice
y vosotros cavad una zanja en la tierra más hondo,
tallad una tumba en el cielo,

y vosotros cantad, judíos, cavad, cavad y cavad,
y los otros seguid tocando y bailad
que suene más dulce la muerte

...que suene más dulce la muerte
y así subiréis como humo en el viento
al nicho que os doy abierto en el aire
no se yace allí estrecho….


(Moshe cae arrodillado y eleva las manos como si ofreciera al cielo su cáliz de dolor)


Negra leche del alba
Te bebemos al atardecer.
De mañana y de tarde te bebemos
Al medio día la bebemos, la bebemos de tarde, Sulamith, Bebemos y bebemos
La negra leche del alba…







TERCER ACTO
(Extracto)


(Delmer Appelman, Comandante en jefe del campo de concentración de Buchenwald, tiene una visión en la que habla con su madre, que está ausente)


DELMER.- Madre ¿Estás ahí? El Führer me ha requerido en persona para prestar un servicio especial a Alemania. Toma ¿la quieres leer? ¡El mismo Führer, a mí, a mí, en persona. ¿es que no lo entiendes madre, es que no lo entiendes?


¡He sido nombrado comandante del campo de concentración de Buchenwald, Madre¡
Es un gran destino. Eso me alejará de los peligros del frente, del frío que se avecina ¿No te alegra eso, Madre?



¿Mi misión? No sé si debo decírtelo, Madre. Es una misión secreta. Sólo te puedo decir que hay que aprovechar la guerra para liberar a Alemania, y aun al mismo mundo, del cáncer judío. Pero hay que hacerlo en la oscuridad de los bosques, porque el mundo no está preparado para comprenderlo, madre…¿Te imaginas, Madre, lo que dirían los rusos si se enteraran que vamos a limpiar de judíos la faz de la tierra? Ellos, sí, los rusos, los mismos que han acabado en su revolución con la vida de millones de personas? ¿Te imaginas qué dirían los “demócratas” de Occidente? Ellos, los mismos hipócritas que han robado lo mejor de Alemania…


No te escandalices, Madre… ¿acaso los judíos no crucificaron al Hijo de ese Dios al que me enseñaste a rezar? Ese crimen los cambió para siempre. Alteró su naturaleza. Los hizo distintos….¡No es una raza inferior, madre, es una raza incompatible con la civilización que anhelamos, Madre¡ ¿Es que no lo entiendes?


¿Y por qué habría que apartarlos de la solución definitiva, Madre, de la Solución Final? Bajo su ingenuidad se esconde la perversidad que emergerá mañana para la perdición del mundo y de Alemania… Sí, madre, sí, a los niños también…


Oyes los trenes, Madre?
Los oyes?
Llegan más y más. De mañana y de tarde llegan los judíos, con su piel dispuesta...
Su destino ya está escrito, Madre.




(Delmer se queda con los brazos apoyados en su fusil, como un crucificado. Moshe, el judío, entra en el escenario y se encara con él, recriminándole el apocalipsis judía con unos versos del Tenebrae, de Paul Celan)



MOSHE.-
¿Quién, quién era la estirpe aquella que fue asesinada,
el testículo y la verga que fueron arrancados de raíz

y que ahora se alzan hacia el cielo
como una salvaje corona que florece?
Somos polvo, venimos del abajo,
Y estamos aquí, Señor, estamos cerca.
Presos ya, Señor, presos y apresables, engarzados los unos en los otros,
con las uñas hundidas los unos en los otros,
Como si cada uno de nuestros cuerpos fuera, Señor, tu propio cuerpo…


Agobiados íbamos, encorvados bajo el viento hacia la fuente,
hacia la zanja
para arrodillarnos sobre el charco y sobre la oquedad,
sobre el abrevadero, Señor,

frente al abrevadero...

Era sangre, la sangre que tú mismo derramaste, Señor,
y relucía.

La sangre que bebimos, Señor.

La sangre y la imagen que manaba de tu sangre,
Señor,
La negra leche del alba...

Y Ahora somos una negra y salvaje corona que florece.

Ruega, Señor, ruéganos. Estamos cerca….









Momento en el que Moshe grita el nombre de su hijo Amós, cuando se entera de que fue convertido en una lámpara de piel humana en el campo de concentración de Buchenwald. Retorcido de dolor, sólo romperá el largo silencio para contar una pequeña nana -"Mueve las patitas de conejo, mueve las patitas perrito viejo"-, con la que le recuerda el tiempo en que él nisno se hizo pasar por un perro alemán y colaboró como kapo con los nazis para sobrevivir y ayudar a su hijo a conservar su vida.... Y se inicia un terrible combate entre los dos protagonistas...








MOSHE.- Podría haberte matado. Podría haberte degollado mil veces, Delmer, mientras dormías…
DELMER.- De haberlo hecho, no habrías sido el último en morir, y la piel de tu hijo no habría tamizado la luz de Alemania en las estancias privadas del Fuhrer sino en las más sucias cuadras de los cerdos…Es verdad, Hubieras sido un héroe para tu propio pueblo, Nadie; la gente habría hablado del hombre que tuvo el valor de degollar a Delmer Appelman, el fabricante de guantes de piel humana…
MOSHE.- Nada hay más absurdo que escribir la biografía de un héroe.
DELMER.- Te equivocas, hay algo más absurdo que escribir la biografía de un héroe: ser un héroe… Nadie te pedía ser un héroe. Yo acepté mi destino para salvar a mi patria, y me convertí el brazo ejecutor de un pueblo que antes o después tendrá que desaparecer de la faz de la tierra. Y tú lo hiciste también, Moshe, hiciste lo que pudiste para sobrevivir y para salvar la vida de tu hijo. Nadie te lo puede reprochar, pero es que además, y gracias a eso, salvaste la vida de algunas personas. ¿Sabes? cuando Buchenwald fue liberado había cien niños que todavía vivían Moshe…Ellos te debieron su miserable vida. Tu pueblo nunca reconocerá eso, te llamarán traidor, pero eso es tuyo, su vida es tuya… Nadie te pedía ser un héroe, y de algún modo lo fuiste…
MOSHE.- Debería haberme levantado, haberte degollado, haberme llevado por delante la vida de los guardias antes de morir…
DELMER.- Ahora podrías hacerlo, Moshe. Mira. (Coge un hacha y golpea un tajo) Así, así, así, así, así…
MOSHE.- De nada serviría que hiciera ahora lo que debí hacer hace mucho tiempo…
DELMER.- Sí, sí serviría. No es lo mismo morir fusilado que en combate, no para un héroe alemán… (Señala el hacha) ¡Cógela, cógela y acaba con esto de una vez!... ¿Qué haces? ¿Estás loco? ¡Ahora puedes hacer lo que quisiste hacer y no tuviste el valor necesario para hacer¡ Mira. Es fácil…

(Moshe se niega a coger el hacha)

DELMER.- No me hagas eso, Moshe, seré tu perro, seré tu Nadie, pero no me hagas eso, no permitas que haya muerto como un vulgar criminal. ¿Es que no te das cuenta? ¡es la única manera de quitarte de encima el peso de tu culpa!... (Delmer, desesperado, lame las botas de Moshe)…
MOSHE.- ¡No, Delmer, No! Para ser un héroe tienes que acabar lo que fue tu misión. Quemaste mi cuerpo, y con la piel de mi hijo hiciste una hermosa lámpara de hierro. Pero te equivocaste, Delmer, mataste a Nadie, a tu perro Nadie, pero no a Moshe, y mientras me quede el nombre, seguiré vivo, seguiré estando vivo, seguiré siendo el último judío al que no te atreviste a asesinar ni siquiera en la antesala de este infierno interminable! ¿Qué dirán tus dioses, eh? ¿Qué quedará de lo poco que las balas dejaron colgado de tu gloria!

(Moshe se dirige hacia el tajo. Cuando llega a él, se detiene, y mira a Delmer por última vez)

MOSHE.- Entre tu gloria y tú, sólo quedo yo, Delmer. El último judío al que no tuviste el valor de arrebatar su nombre.

(Moshe se inclina y apoya su cabeza sobre el tajo de madera. Delmer se dirigie hacia el aguamanil, y se lava con traquilidad. Después, se acicala: ¿qué soldado alemán no cumple su misión en perfecto estado de revista? Y acto seguido, se acerca hacia el judío, y le increpa):

DELMER.-
¿Es eso lo que quieres?
¿no sabes de otro modo de acabar con tu culpa?
¿No te atreves a luchar como Jacob y el ángel?

(Un silencio muy largo)
(Coge el hacha, y la alza) ¡Que nadie vuelva a pronunciar tu nombre, Moshe!
Que nadie vuelva a pronunciar tu nombre, Moshe!
Todo sea por la luz de Alemania….y por la gloria


Y el hacha cae, cae, cae...

jueves, 25 de octubre de 2007

«Guantes de piel humana», de Julio Clemente Lourtau



Karl Koch y su esposa Ilse, fotografiados con sus hijos en la época en que dirgían aquel terrible campo de concentración de Buchenwald, que habría de pasar a la historia como una factoría dedicada a la fabricación de guantes, lámparas y forros para biblias con la piel humana de sus víctimas.



Uno no sabrá nunca si fue por exceso de valor o por uno de esos ataques de sana imprudencia que hace irrepetibles -y también inolvidables- los tiempos de nuestra juventud, pero lo cierto es que, cuando todavía no se había diluido el olor de la cirios bajo el que fue enterrado en el Valle de los Caídos el dictador Francisco Franco, y cuando no eran pocos en España los que entretenían sus miedos y sus viejos rencores alargando hasta el infinito las listas de los que habrían de ser fusilados cuando estallara -de nuevo- otra guerra Civil, un joven estudiante de Arte Dramático se subió al escenario de la Casa de la Juventud para representar, con la única protección del cielo de septiembre, aquel diálogo terrible entre un comandante nazi y la última de sus víctimas judías que marcó la historia personal de quienes tuvieron la ocasión de escucharla en directo.
¿Cómo supo aquel muchacho los pormenores de lo que ocurrió en el terrible campo de concentración de Buchenwald, en los que se basaba el guión de sus «Guantes de piel humana»? ¿Cómo supo aquel muchacho que entonces no contaba con más de diez y ocho años del inaudito despliegue de crueldad que se ejecutó, durante cerca de diez años, tras las alambradas de aquel dantesco infierno? ¿Cómo pudo sobrepasar los férreos cinturones de la censura franquista, tan atenta para cortar de raiz lo que pudiera recordar al mundo, y a los españoles, la calaña de quienes fueron sus aliados?
Algún día, Julio Clemente Lourtau tendrá que contarnos esa historia, porque a la altura de 1977 los sumarios que daban fe de la iniquidad de Ilse Koch, de quien partió la idea de hacer guantes y lámparas de piel humana en aquel campo de concentración de Buchenwald que dirígía su marido Karl Otto Koch, apenas sí eran conocidos en España por el personal del cuerpo diplomático, por algunos periodistas como Carlos Sentís y por los historiadores especializados en la Segunda Guerra Mundial.
Más allá de su valor, o de su inconsciencia, lo cierto es que cuando Julio Clemente Lourtau -que aparece en la fotografía superior de la derecha, poco antes de arriesgarse al esecenario- estrenó en lo últimos compases del verano de 1977 sus «Guantes de Piel Humana», faltaba todavía un año para que aquella legendaria y cuestionada serie de televisión que protagonizara Meryl Streep socializara en todo el mundo el conocimiento de aquel gigantesco Apocalipsis que sufrió el mundo judío bajo la alemania nazi. En este sentido, aquel adolescente barbilampiño se adelantó en España a la gran marea literaria que, construida en torno al Holocausto, agitó a partir de entonces todas las conciencias -incluso las más tibias- de Occidente. Y no sólo eso: aunque él no lo supiera entonces, lo suya fue, también, la primera pieza dramática en torno a la Shoa escrita en castellano y representada en castellano en el amplísimo espacio de la cultura hispanoamericana, rompiendo así con ello el monopolio que hasta entonces había ejercido el teatro y la cultura centroeuropea en la difícil hora de poner imágenes y voz a la catástrofe. Su nombre se sumó, así, al de Rolf Hochuth, que algunos años antes, en 1963, puso en evidencia en El Vicario la cómplice actitud de la jerarquía católica ante la tragedia; o a la de Peter Weiss, que en 1965 había representado con La indagación la distinta visión que las víctimas y los verdugos se habían construido de aquel apocalipsis. El joven dramaturgo español se adelantó, así mismo, a la voz del israelí Yehosua Sobol, que en 1984 se detuvo, con su Ghetto en las luces y en las sombras de la normalidad antiheroica de las millones de judíos que fueron ejecutados. En ello se resume -poco más o menos- la producción dramática en torno al Holocausto de toda la cultura occidental, en la que Julio Clemente Lourtau merece algo más que un frontispicio propio.
Si todo marcha bien, la obra volverá a ser representada en Tarancón el 16 de noviembre de este año de gracia de 2007, treinta años después de que sacudiera temerariamente las conciencias de toda una generación. Aparte de la responsabilidad de encarnar al judío -el autor hará lo propio con el comandante Otto Koch- he tenido el inmenso honor de revisar el guión de aquella legendaria obra, que ha sido reconstruido para la ocasión adecuando el texto a los pormenores de la tragedia rescatados por más de sesenta años de investigación historiográfica e incorporando por primera vez en una obra dramática relaccionada con la Shoa algunos de los poemas más célebres y capitales de Paul Celan, el gran poeta alemán que, no pudiendo tolerar haber sobrevivido a la catástrofe, acabó arrojándose a las aguas del Sena.
Será ésta, sin duda, la ocasión de reconocer y homenajear en Julio Clemente Lourtau la temeridad de quien, teniendo el valor que a otros nos faltaba de alzar su voz en tiempos aún difíciles, nos golpeó la conciencia para siempre. Y, tal vez, lo sea también para renovar de nuevo nuestro compromiso por la defensa de los valores sobre los que Occidente ha sabido construir su Civilización.





En las fotos anteriores, Ilse Koch compareciendo en el jucio seguido contra ella; cabezas reducidas y diversos objetos de piel humana elaborados para su uso personal y, finalmente, Julio Clemente Lourtau y Carlos Morales en los ensayos de la obra Guantes de Piel Humana.



Ilse Koch, fotografiada con su esposo en Buchenwald mientras descansaba de sus interminables orgías sexuales y de su concienzuda tarea exterminadora. Ilse fue condenada a cadena perpetua, pero se suicidó en 1967 en el silencio de su cárcel. En cuanto a su esposo, el sanguinario Karl Otto Koch, fue ejecutado por la SS en 1945 por el manejo corrupo de los fondos obtenidos en los campos de concentración que había dirigido.






martes, 25 de septiembre de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Rosa Alice Branco y Egito Gonçalves

Flor de tinta
(Rosa Alice Branco)


El poema es el dibujo de esta letra
inclinada por el rumor del viento
cuando le pido abrigo
y veo en él el espejo de mi cuerpo
reposando en tus brazos de ayer.
La tinta aún no ha acabado de secarse
el olor fresco de la página se vuelve hacia la página siguiente
y mi voz se oye mejor al viento
cuando conspiramos en el silencio
la próxima letra
y la exactitud de su dibujo.
Ahora hay mimosas en los árboles
y allá abajo el río ya no es como era
ni sabría serlo.
Olvidé cómo se bebe el agua con la mano
o cómo se bebe la mano
del río.
Yo existía en esa transparencia
en la flor espiritual y líquida
de la tinta
que retoca en el papel su vida.
Esta letra es mi nombre deletreado por ti
o mi nombre que todavía no está seco
y te mira desde las acacias que florecen amarillas
en el rigor del invierno.
Cualquier palabra tuya me dibuja
y así comienza cualquier cosa
que me estaba destinada desde siempre.





La escritura como gran metáfora de la emoción amorosa: esa es la gran almendra espiritual de la Caligrafía de Rosa Alice Branco y de La cicatriz amable de Egito Gonçalves, poemarios que El Toro de Barro sacó adelante el año 2001 en sus Cuadernos del Mediterráneo como un gesto de renovación del ya viejo abrazo a la poesía portuguesa -y brasileña- que estuvo en los orígenes mismos de sus tradiciones. Vistos desde la lejanía del tiempo, tanto los poemas de Egito como los versos de Rosa Alice -que con tanta delicadeza tradujo al castellano la poeta gaditana Mercedes Escolano- se nos antojan un hermoso diálogo amoroso entre dos de las voces más significativas de la poesía portuguesa contemporánea, que estuvieron unidas por muchas y arriesgadas aventuras literarias y, al tiempo, hcieron de su alma una casa común suspendida del aire -hasta el finl- por un hilo de seda.
Sirva este renovado abrazo de El Toro a la poesía lusitana como un silencioso homenaje, también, a Egito Gonçalves, cuya muerte -acaecida en las postrimerías del año 2000- nos dejó a quienes le admirábamos un poquito cada vez más solos, y del que aquí queremos dejar su voz rodar al cabo de una dicha que no cesa:


Tu nombre
(Egito Gonçalvez)

Tu nombre es un vocablo
de amor,
una caricia
que la lengua desenvuelve.
No puedo pronunciarlo
en voz alta
cuando no estoy solo. Las
respiraciones ajenas
corrompen: podría
disolverse en el viento,
fragmentarse,
perder
su misterio indescifrable,
desviar
la flecha de su blanco.
Lo pronuncio eliminando
el sonido, dos sílabas
que ruedan por mi cuerpo,
abren los poros y,
por medio de los ojos,
envían el mensaje necesario
al soporte de Octubre.
Todo canta, rodeando el silencio,
la brisa leve que perfuma
las letras
cuando traspasas la puerta
y tu sonrisa dulce
avanza hacia mí.
La garganta se abre,
las sílabas revolotean,
transforman
el espacio en música,
los acordes del agua:
mi cuerpo es ahora una cama
en la que la alegría abre
la felicidad, sus alas.




(El lector podrá encontrarse con la biografía de ambos autores, y con sedas antologías de su obra poética, a través de los vínculos que figuran en el texto con letra más oscura
)


sábado, 15 de septiembre de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Ángel Crespo


Venecia recorrida por un caballo

Venecia recorrida por un caballo
de noche por un caballo
blanco animal que avanza
trotando por el aire de la noche
que todavía no se hace viento caballo
desconcertado es un caballo
recortado a golpes de luz ya al galope
fino como un ciervo una cierva
un unicornio caballo de crines
onduladas que no mueve el viento
como el caballo de un grabado
o de una tela sin montura
ni caballero descabalgado
caballo que cruza Venecia
de noche y ni vuela ni para
al espantarse de los puentes
con gracia de caballo manso
corriendo sin que se despeine
la crin rizada de la cola
al pie de las casas y canales
deshabitados llenas de agua
que no le salpica los flancos
descabalgado blanco como
una luna que se refleja
en el aire un caballo
que se pierde en Venecia
entre mis versos: ese caballo.




Con la emoción contenida de quien cree haber descubierto por primera vez la joya que otros muchos contemplaron antes, «El Toro de Barro» te ofrece el resplandor de quien fue uno de sus númenes tutelares: la poesía de uno de los grandes heterodoxos de la poesía española del siglo XX: Ángel Crespo. La certeza de que el lenguaje era, en sí mismo, la principal fuente de emoción poética, y el convencimiento de que la poesía que importa no es otra que la poesía que emerge libre ya del yugo del tiempo que la engendró, constituyeron los cimientos de una vastísima obra literaria que comenzó a principios de los años cincuenta con su militancia en las vanguardias postistas; continuó en las lindes de las estéticas realistas proponiendo un realismo nuevo, el «realismo mágico», y terminó convertida en una espacio intelectual orientado al conocimiento del alma y a su transformación -alquímica- con la sola ayuda de las aventuras iluminadoras del espíritu. Una obra que se extendió a su monumental trabajo como traductor, y no sólo de Petrarca o de Dante -del que fue el mejor de todos sus traductores a cualquier lengua- sino, también, de los poetas brasileños y portugueses del siglo XX, de cuyo conocimiento en España y en Europa fue, en gran medida, el más temprano y activo de sus responsables. Aquí te lo dejamos, encima de la mesa, para aliemento del alma...






(En caracteres más oscuros y del color de la tierra mojada, el lector podrá encontrar una biografía del poeta Ángel Crespo, adentrarse en su mundo poético a través de una amplia selección antológica o adquirir noticia de los libros del autor -y sobre el autor- editados por El Toro de Barro y, de un modo especial, de su Oculta transparencia)





jueves, 6 de septiembre de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: La danza del Burka

La luctuosa noticia que nos llega desde el Líbano, y que afecta a una buena amiga y a una de las más antiguas lectoras de los poetas de El Toro de Barro en el país de los cedros, ha conmovido los cimientos de nuestro corazón, y lo ha armado con un puñal de hierro cuya punta levantamos en medio de la ira para cortar un manojo de rosas de la gran poeta libanesa
que no sabemos bien en qué mesa dejar para que crezca…
También hemos editado un amplio reportaje fotográfico en nuestro
Libro de las fascinaciones que, bajo el título de
Burka,
trata de dar cuenta de la terrible situación de la mujer en los países que respiran la atmósfera asfixiante de la Sharia, y en el que se incluye un enlace del color de la tierra mojada que nos conducirá de lleno a la
La danza del burka,
con cuyos versos el poeta español Carlos Morales lanzó un terrible y demoledor alegato contra el totalitarismo en honor de las víctimas del atentado del 11 de marzo en Madrid.
Esta vez, la nuestra no es una invitación para la alegría....

sábado, 25 de agosto de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Carlos de la Rica


Luis Cernuda

En la orilla
el candor de un labio
el cuerpo estremece.
Así, entre musgos
y espuma, todo el amor
de un viento renace
cuyo nombre y gemido
alza el contorno
de su bulto distante.
El azar del aire
obstinado insiste
y apoyo
al transeúnte pide.
¿Qué
firmes alas conseguirán
a la aurora llegar primero?
A tu altivo lamento,
¿acaso conseguirás su cabello?
Cuando al tierno vigor
su túnica despliegues,
alejada y muy próxima,
a tu lado, infinita,
¿seguirá inmisericorde
la Soledad siempre?



Toda historia literaria tiene sus heterodoxos. Seres iluminados por un fuego inquietante que no podemos ver, y cuyas voces pasan en medio de nosotros anunciándonos algo que no conocemos todavía, pero que nos es, sin embargo, extrañamente familiar. Si en un ejercicio de imaginación virtual los liberásemos a todos de esa zona oscura en que, a pesar de sí mismos, habitan, y los pusiésemos uno junto al otro en torno a la mesa en que comemos, nuestra percepción de la historia de la que venimos sufriría, probablemente, un vuelco inesperado.
A esta noble tradición heterodoxa pertenece el poeta español Carlos de la Rica (1929-1997), poeta de frontera y una de las voces menos conocidas, y mas originales, de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Él es, también, el autor de este poema que, bajo el nombre de otro de los grandes poetas de nuestra civilización, «Luis Cernuda», nos recuerda que el amor no basta para borrar las incertidumbres.
El mejor conocedor de su obra, Carlos Morales, ha prepatado para ti una breve y clarificadora biografía del que fuera fundador de esa mítica aventura editorial que sigue siendo El Toro de Barro. De igual modo, y con visible delicadeza, ha seleccionado una pequeña antología de su obra, a la espera de ofrecerte un momento de placer literario irrepetible en los últimos compases de este extraño verano que se acaba. Y lo hace ahora, cuando se cumple el décimo aniversario de la muerte de uno de los pocos poetas españoles que supo utilizar los grandes mitos del mundo clásico para dar legitimidad a las ansias de libertad y de justicia de todos los pueblos de la tierra...
Con el tiempo.
Y contra el tiempo....

(El lector puede hallar aquí una biografía y semblaza crítica de Carlos de la Rica realizada por Carlos Morales, así como una amplia antología de su poesía e información específica sobre los libros del autor editados por el Toro de Barro. Los enlaces y vínculos, están implícitos en este mismo texto en caracteres que lucen el color de la tierra mojada)







lunes, 20 de agosto de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Víctor Botas...

Yo sé que mis palabras te parecen
cosas sin importancia; te equivocas:
perdurarán intactas y el transcurso
de los días del tiempo y de sus noches
no las marchitará. Vendrá un futuro
momento en que otros labios, aún secretos,
acaso las pronuncien no sin cierto
temblor. Tú y yo seremos polvo, y distintos
mármoles vocearán nuestras victorias
y el hierro habrá cedido al prepotente
rumor de la clepsidra. Mas tus ojos
seguirán alentando en cada línea,
perennemente jóvenes. También algo
de aquel jardín que nunca compartimos.





Este hermosísimo poema de amor -que ilustramos con una obra del gran fotógrafo portugués Dionisio Leilao- fue tallado por el gran poeta asturiano Víctor Botas, una voz diurna que acaso fue apagada demasiado pronto por la muerte y cuyo Prosopon fue uno de los placeres secretos que "El Toro" de Carlos de la Rica dejó en 1980 sobre la mesa de la poesía española.
Hoy queremos servir de nuevo este frugal banquete con no poca emoción a un mundo más amplio, compartiendo contigo esta Brevísima antología de la obra poética de uno de los poetas españoles que mejor supo hacer de la cultura clásica -nudo cordial de los poetas de su generación, la de los años setenta- un paisaje al servicio de la cotidianidad y un territorio habitable del tamaño del hombre...




(El lector puede hallar aquí una Biografía y semblanza crítica de la obra de Víctor Botas realizada por Luis Bagué Quílez, así como una Breve antología de su poesía e información específica sobre Prosopon, editado en 1980 por El Toro de Barro.
Los enlaces y vínculos, están en el mismo texto en caracteres más oscuros)




sábado, 11 de agosto de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Aurora Luque...


Pentasilea

Las crines encrespadas como algas
blanquecinas se alejan: el hermoso caballo,
desnuda ya la muerte por los campos,
huye despavorido entre despojos.
En el alba, la curva delicada
de un pecho frente a un turbio destino de guerrero.
-Qué dulcemente amargo el sabor insensible
de la noche contigo, oh Amazona.
La fruta de tu aliento, tibia y dulce,
no puede ya morder: un dios cambió los dados, y la muerte
anticipó su turno en la escalera
de la vida perfecta de los héroes.
El prólogo, los himnos, los presagios,
la gloria en la red, la humedad de los ojos,
la carnación, el iris, el fulgor, el asombro
con que la dios engaña sin piedad a los seres
me fueron evitados; sólo al darte la muerte
me devolvió tu cuerpo su perfume de sombra
y sólo he alcanzado, del amor, la belleza
altiva de su cumbre en brazos de la nada...


Este poema es, sin duda alguna, uno de los poemas más hermosos de todos los que
Aurora Luque, “la última poeta de Grecia”,
nos quiso ofrecer en su
Portuaria,
la antología con que El Toro de Barro quiso celebrar en el año 2002 la vigencia durante más de dos décadas de una de las voces de la poesía española de la
«Generación de los ochenta»
que mejor supo integrar los grandes mitos de la cultura antigua en los cotidianos laberintos de la cotidianidad.
De la mano de José Andújar Almansa y de José Luis García Martín,
buenos conocedores de su obra,
El Toro de Barro te invita a penetrar en esa
con que, a modo de una breve selección poética, hemos querido disfrutar contigo de ese placer privado que ha sido –siempre– el mundo literario de la gran autora andaluza.

(Los vínculos y enlaces con la biografía de Aurora Luque, así como los de su breve selección poética y los que afectan a su Portuaria (2002), están en el propio texto, con caracteres más oscuros)








viernes, 3 de agosto de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Margalit Matitiahu...






Con el mismo temblor con que el poeta español de vanguardia Gregorio Morales no puedo evitar recibirlos al tenerlos por primera vez entre sus manos,
El Toro de Barro desea invitarte bajo esta larga noche a disfrutar de

los poemas escritos en la vieja lengua sefardí
por la poeta israelí Margalit Matitiahu, y a seguirla de cerca con Carlos Morales, Shamuel Raphael y Luis María Anson en ese emocionado
Kamino de tormento que la condujo, por fin, hasta las
Bozes en la shara
y el rumor perdido de los antepasados suyos que hallaron su punto final en los bosques de Auschwitz:
hacia el apasionado
“encuentro con la luz”
que hizo de ella una de las voces más audaces, beligerantes y significativas del pacifismo israelí contemporáneo…

(Los enlaces y los vínculos están en el mismo texto, en caracteres más oscuros)








jueves, 26 de julio de 2007

Invitaciones de El Toro de Barro: Mercedes Escolano



De la mano de las reflexiones de Carlos Morales
y de las espléndidas ilustraciones de Giorgi Thor y del gran fotógrafo norteamericano
incluido por derecho propio en nuestro Libro de las fascinaciones,
El Toro de Barro te invita a detenerte en la biografía de la autora gaditana
y a atravesar este manojo de poemas que hemos escogido de entre su ya larga obra poética. Puedes perderte también, si así lo quieres, por algunas de sus Islas;
dejarte arrastrar por sus Bacantes;
conmoverte con sus Estelas ante la futilidad de las pasiones humanas;
volver a recordar tus propios Malos Tiempos en un café cualquiera de una ciudad de provincias o arrojarte de cabeza a la melancólica voluptuosidad de su Felina calma y oleaje
y convertirse en un náufrago que nunca llegará a su playa...


Invitaciones de El Toro de Barro: Rodolfo Häsler




Nació en Cuba, en una familia de ascendencia germánica, pero vive desde su infancia en Barcelona, acunado por las aguas del mediterráneo. No sabemos de dónde es realmente
Rodolfo Häsler
pero, de la mano del fotógrafo ruso Dimitri Djizarliev
-a quien hemos dedicado un pequeño hueco en nuestro
y del renovado abrazo de Carlos Morales a uno de los poetas de su devoción,
El Toro de Barro ha querido invitarte a recordar los amores siempre luminosos de Jerusalén con sus
Poemas de arena;
a descubrir de nuevo en su Tratado de lisantropía los orígenes oscuros de la pasión humana;
a dejarte llevar por los afrodisíacos sones de Elleife,
o a viajar a lomos de
Mariposa y caballo a las ciudades del alma.

En torno a Rodolfo Häsler

Dimitri Djizarliev



En ciertas madrugadas, y sobre todo tras haber abrevado en el oquedal y la charca de Paul Celan, uno camina cabizbajo entre los estantes atestados de su biblioteca como si atravesara con un traje demasiado sucio un gigantesco y laberíntico lupanar, esperando con desesperación que no haya algún farol rojo encendido sobre una cualquiera de las muchas puertas cerradas que vas dejando atrás. Pero, a veces, eso no puede ser así, y uno advierte de pronto una ventana que se entorna y una oscuridad que quema, y se adentra en ella como quien se arroja a una lluvia que desciende desde los infiernos más hondos del alma para limpiarte por dentro.
Eso es lo que me ha ocurrido este amanecer, cuando decidí agitar la pequeña portezuela -tejida con un hermoso pedazo de lona de Salma- de los
Poemas de arena cuyo farol Rodolfo Häsler se había ocupado de dejar suavemente encendidos para los remotos peregrinos en el rocoso desierto de Judea, hace ya casi veinticinco años...
Uno no sabe por qué los libros primeros aparecen siempre semiocultos en las biografías, como cosas pequeñas que nadie reclama y a quienes ya nadie espera. Uno ya casi se ha acostumbrado a caminar casi a ciegas por esas vaharadas yorubas y multicolores de las emociones más incendiarias y voluptuosas que el poeta de ninguna patria nos dejó, como migas de pan para el incauto pájaro, en su camino de
Elleife, el mismo que le convirtiría a ojos de la crítica en el heredero espiritual del Lezama Lima. Uno mira, incluso, con asombro, el despertar de los instintos más primitivos que Rodolfo nos ofreció en su Tratado de lisantropía mezclado con los aromas de una tacita de té del Río Azul. He aprendido, incluso, a caminar como editor confiado a su bitácora, editando su Mariposa y caballo en un delicioso Cuaderno del Mediterráneo en que el poeta nos dibujó con precisión de orfebre un viaje delicado y nunca melancólico por las ciudades encontradas de su vida errante, pero, al cabo, por más que me asomo una y otra vez a sus palabras distintas, todo, todo, acaba siempre conduciéndome a los atardeceres rojos de esa Jerusalén donde un muchacho se levanta todavía con un hibisco fresco prendido en la solapa. Pocas veces hubo tanta luz en un libro primero; pocas, muy pocas veces, la vida halló en un libro primero como esos Poemas de arena tantas razones para despertar con la sencillez del placer que nos deja en los labios un vaso de agua que uno apura en el desierto donde se yergue -como una gran metáfora- esa Jerusalén encontrada bajo la luz abrasadora de un luminoso amor, devastador, delicado, y apenas suficiente para sentirte vivo...

Invitaciones de El Toro de Barro: El Cantar de los Cantares




La israelí Edit Dahan y el prestigioso columnista español
te invitan a experimentar aquí la versión que, después de más de veinte años de trabajo,
la misma que El Toro de Barro editó en el año 2003 en sus
Cuadernos del Mediteráneo.
El poema aquí recogido tiene el encanto añadido de haber sido ilustrado por la fotógrafa española
y por algunos de los maestros más grandes y reconocibles de la fotografía mundial contemporánea, como
protagonistas indiscutibles de nuestro