El Toro de Barro

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viernes, 6 de junio de 2014

«¿Fusilaría yo a Leni Riefenstahl?», por Carlos Morales



Carlos Morales


¿Fusilaría yo a Leni Riefenstahl?




4 de diciembre de 2007


    Escucho el Carmina Burana. El alma vuelve atrás, a las navidades de 1981. Llama a la puerta y entra de nuevo y un poco de  perfil entre los muchos libros que tenía en su casa humildísima de Carboneras del Guadazaón el poeta y sacerdote Carlos de la Rica, al que se tenía como un «piccolo abatino encuadernado en Cuenca»  y que ejercía un poco de caballero andante de la coexistencia con «un tridente colgado de la axila» y una kipá bordada con que decía su misa en las fiestas de guardar.   Las notas de su ópera se coloran de pronto entre los incunables que atestaban pasillos, la mesa de la cocina, los papeles de su despacho, los butacones rojos y los sietes brazos de una menorah encendida de aquella navidad de 1981. 
       Ante los ojos asombrados de sus padres, la joven Acacia Uceta ha envuelto su cuerpo desnudo en una sábana blanca, y ha decidido volar y desgarrar el aire con sus piernas esbeltas y encendidas como antorchas anudadas a mis manos. Danzamos y danzamos presos los dos de los cantos del vino que no se acaba nunca. Extendemos el cuello. Agitamos los brazos. Sólo existen los cuerpos brillantes y cansados de dos adolescentes cubiertos de sudor y de belleza.
        De pronto, la música se acaba. De pronto el «piccolo abatino» empina su «tridente» y nos pregunta: ¿Fusilaríais a Karl Orff? ¿Daríais el «paseo» al autor del Carmina Burana sólo por haberse dejado seducir por la locura nazi, y ser para Hitler –después de Wagner- el más amado de sus compositores? ¿Y a Leni Riefenstahl? ¿Qué habría sido de su visión de la belleza si hubiera acabado frente a un pelotón de fusileros? Carlos de la Rica se sabía hijo de Ruth, la que medía a solas con los haces del trigo que otros despreciaban los límites dolientes que Yahvé había reservado al alma judía. Pero, a pesar de sus vínculos con el terror y de los hilos dorados que le unía con aquél apocalipsis, admiraba al músico, y le quemaban el vientre los hermosos muchachos que la Reifensthal había retratado como nadie y sin pudor en los papeles. Enfermos de ideología antifascista, y con el cuerpo y el espíritu cansados de volar arrastrados por la música de Orff, tampoco Acacia y yo  acertamos entonces a encontrar respuesta alguna…


     Han pasado desde entonces treinta y tantos años, y el tiempo no me ha ayudado a responderla. Me ha sobrecargado incluso con más preguntas que ni siquiera hoy puedo responder.  ¿Qué hubiera hecho yo de haber vivido en el entonces? ¿Habría escogido el destino del burrito del Giotto, que carga con Aquél que ha echado sobre sus espaldas el dolor del mundo? ¿habría sido como el perro que yace bajo el mantel de la última cena que pintara El Veronés, ansioso por coger entre sus fauces la migaja de pan que le arroja su amo en la creencia de que con ello retrasará su propia muerte? ¿Habría sido yo de los que señalaban con una cruz el nombre de los que iban a morir, o acaso el gaseado número 100358? Ahora es fácil decirlo. Pero las víctimas del Reich, y los verdugos, eran seres como yo. Son apenas del ayer. Podrían ser como el abuelo que nos ofrece un cantero de pan pringado de aceite. Como el tendero que nos vende la fruta al mejor precio. Como el cartero que nos hace llegar las sobres oscuros de ese amor perdido que ya nunca ha de volver.
     He apagado la música. He vuelto delicadamente boca abajo el poema que Emilio Coco me envío en su día de Antonella Anedda, esas Tres estaciones suyas que edité en el año 2001 pero a las que la zozobra de mi espíritu me impiden contemplar esta noche de nuevo con sosiego. ¿Cómo responder a sus preguntas? ¿Hasta dónde llega el valor de un hombre sometido a cerco? ¿Qué es el valor? En madrugadas así, los libros no dejan de mirarme con los ojos abiertos y redondos como los de una becerra que ignora adónde va, y me preguntan adónde ha de llevarles su destino. Ahora estoy mirando el cuerpo dormido de mi pequeño Amós, que ignora todo del mundo al que ha venido. También duerme mi esposa, con su rostro hermoso oculto tras los bucles de ese pelo suyo tan negro y tan brillante como el alma del carbunclo. Será mejor que acomode mi cuerpo cansado entre sus brazos, que escuche el canto de su boca, la boca que me dice que «mis pechos son las torres, y yo una muralla que a mi amado protege en su refugio»



  © Carlos Morales



Aquí, más reflexiones sobre

Grandes Obras de 
El Toro de Barro

Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”
Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.
Tarancón de Cuenca, 2002.
edicioneseltorodebarro@yahoo.esPVP 10 euros.
Carlos Morales, "Coexistencia (Antología de poesía israelí –árabe y hebrea– contemporánea”, Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales ed.


















sábado, 31 de mayo de 2014

«La última frontera», de Miguel Veyrat

«La última frontera», de Miguel Veyrat; Col. «Cuadernos del Mediterráneo», nº 62 El Toro de Barro, nº 258 Tarancón de Cuenca 2014


Miguel Veyrat
(España, 1938)
La última fontera
 

                          

«Poniente fértil»

«Aelia Lelia»

«La libertad del mirlo

«Contraluz»

«Confusión»

«A la deriva»

 


«La última frontera», de Miguel Veyrat; Col. «Cuadernos del Mediterráneo», nº 62 El Toro de Barro, nº 258 Tarancón de Cuenca 2014
Col. «Cuadernos del Mediterráneo», nº 62
El Toro de Barro, nº 258
Tarancón de Cuenca 2014
(En proyecto)



















 

 


martes, 27 de mayo de 2014

lunes, 12 de mayo de 2014

«Palabras bajo tierra», de Isla Correyero


Georges La Tour
Isla Correyero
 (1957)
Palabras bajo tierra




Enlaces con poemas escogidos de
Isla Correyero

*


«Truchas»

«Límites»

«Terminal»

«Diario de Honor de una funcionaria nazi»

«Diario de una enfermera: 23 de junio de 2003»

«Danzas de la muerte» 

 «Todos nosotros»

«Muertos»

 

 

Luis Vicente de Aguinaga, Col. «Cuadernos del Mediterráneo» nº 46, Ed. El Toro de Barro, nº 241, Carlos Morales ed. Tarancón de Cuenca 2014.
Col. «Cuadernos del Mediterráneo», nº 58
El Toro de Barro, nº 254
Tarancón de Cuenca 2014



 



 






 


 

jueves, 8 de mayo de 2014

«Negra leche del alba», de Paul Celan

Estudio, selección y notas de Carlos Morales.
(En preparación) 


 (1920-1970)
Negra leche del alba


Poemas escogidos de Paul Celan
en torno al Holocausto

«Corona» (1952)
«Químico» (1963)


Nuestro agradecimiento a a los autores de las traducciones y versiones
Jose luis Reina Palazón, José Ángel Valente,  Pablo Oyarzum y Carlos Morales, quien prepara una antología de la poesía de la Shoa.


Carlos de la Rica,"Yad Vashem” Col. «Biblioteca Internacional del Holocausto» Ed. El Toro de Barro, Carlos Morales Ed. Tarancón de Cuenca, 2000. PVP 8 Euros. edicioneseltorodebarro@yahoo.es