El Toro de Barro

El Toro de Barro

jueves, 26 de julio de 2007

En torno a Mercedes Escolano

Mercedes Escolano


A pesar de que han transcurrido casi veinticinco años, todavía sigo tomando en mis manos los poemas de Las Bacantes, de Mercedes Escolano, con el mismo pudor con que se vuelve la cabeza ante el brillo largamente inesperado de un camafeo antiguo colgado del cuello de una mujer que danzara en medio de la noche. El libro cayó sobre mi cama el 4 de noviembre de 1982, cuando no era más que un original escrito a máquina que acababa de alzarse por segunda vez con un premio literario convocado -tiene su ironía- por una institución religiosa de ámbito internacional, y estuvo durante mucho tiempo en mi mesita de noche -al lado de esas Palabras de tierra y vino que El Toro de Barro me acababa de editar-, como un ejemplo lacerante y vivo de todo aquello que hubiera podido escribir de no haber claudicado ante los dioses hermosos que se agitaban por doquier en la poesía culta y vanguardista de mi maestro y amigo Carlos de la Rica, al que admiraba entonces con un cariño extremo que ya no cesaría nunca.
Ignorante entonces de la cruz marcada en mi cuaderno de bitácora, tomé una de esas repentinas decisiones que son las que convierten el destino de un hombre en algo más que en el silbido de un dios menor, y me subí a uno de esos trenes vetustos y lentísimos que ofrecían camarotes forrados de madera y fotografías en blanco y negro de tiempos y ciudades que ya nunca me sería dado conocer, Once horas después, me hallaba en Cádiz frente a la joven autora de aquel manuscrito que se había convertido en mi obsesión. La reconocí de inmediato en aquel andén de provincias por sus aretes de plata y –sobre todo- por ese guante solo que llevaba delicadamente puesto en una de sus manos. Las Bacantes salieron pocos meses después, allá en 1984 y casi al mismo tiempo que mi pretencioso S, después de discutidos y corregidos ambos en algo parecido a una guerra de amor entre el aire y su llama.
Es verdad que sus páginas llevaron a Mercedes Escolano a ser recogida en aquella antología que la editorial Hiperión, bajo el título de Las Diosas Blancas y de la mano de Ramón Buenaventura y Jesús Munárriz, instaló a un buen grupo de mujeres en el firmamento de la poesía española de los años ochenta; pero también lo es que muchos de sus registros acabaron indisponiéndola frente a los grandes teóricos de esa gigantesca oleada rehumanizadora que se hizo entonces con la representación generacional de los poetas que, a comienzos de la década, empezaron a sacar la cabeza de la caja. Lo que algunos grandes críticos literarios entendieron en su día como una distracción retórica y poco afortunada que suele ser propia de quienes acaban de nacer antes de tiempo, sigue constituyendo para mí lo que distinguió a Mercedes Escolano de esa marabunta de epígonos a que dio lugar en España esa mal llamada "Poesía de la experiencia" que, bajo los estandartes del verismo urbano y voluntariosamente realista, pretendió devolver a las masas de un tiempo históricamente concreto como el de aquellos primeros años de recién descubierta democracia precisamente algo que, como la poesía -de ser auténtica- nunca se supo acomodar a ningún reloj de arena.
Y es que, aunque Mercedes Escolano lo convirtió en la imagen por excelencia del poder absoluto naufragado en la experiencia amorosa, la sola evocación de un dios griego como Poseidón y su utilización, por otro lado, como un modo de liberar dicha experiencia del peso de ese tiempo al que –presuntamente- la autora se debía, constituía –para los partidarios de la realidad- un doble pecado literario que ligaba su poesía al culturalismo que había caracterizado a esa generación precedente que se estaba procurando arrojar la gahena. ¿Cómo admitir entre los justos a quien, además, había consentido con sus juegos de lenguaje en debilitar el poder comunicador de la composición poética, dilapidando la complicidad de los lectores a los que la nueva poesía intentaba recuperar?
La autora cometió -incluso- la insolencia de perseverar en ello en una buena parte de su obra posterior. El mar -y todo cuanto le rodea- se erigió en Felina calma y oleaje (1986) en el principal argumento simbólico con que la escritora quiso integrar su propia experiencia amorosa en el viejo drama universal del mito de Eros y de Anteros: la destrucción y la creación, el erotismo y la perversidad, el drama del amor, y de la vida, y de la muerte. Aunque en Islas perdió los lujos barrocos de otro tiempo para instalarse en la más absoluta desnudez de lenguaje y en la levedad más pura, ese “mar” voluptuoso siguió estando presente en sus poemas, aunque ya no como la metáfora del combate amoroso sino como el escenario de una soledad irreparable. Y se alejó un poco más de la estética dominante cuando, en sus inolvidables Estelas, utilizó todo el poder evocador de una Roma reducida a escombros tras el paso de la muerte, para resucitar con la delicada y sobria precisión de sus versos las ambiciones, las debilidades y los sueños de los hombres y mujeres que fueron de otro tiempo pero que, en manos de su autora, nos son tan familiares que s u sola evocación nos sobrecoge…
Sin embargo, en la segunda mitad de la década de los ochenta, Mercedes Escolano decidió arrojar por la borda precisamente aquello que más la había distinguido entre los escritores de su generación y achicar los espacios que la separaban de las corrientes estéticas ligadas al verismo urbano, entonces ya dominantes en la poesía española. Escritos en aquellos tiempos –aunque publicados muchos años después- los poemas de Malos tiempos no fueron producto de una transición gradual hacia un nuevo posicionamiento literario sino la consecuencia de una ruptura absoluta y radical con todo cuanto fue. En muchos de aquellos poemas, los signos simbólicos universalizadotes desaparecieron para dejar paso a una escritura sin aristas vinculada única y exclusivamente a la decepción emocional de individuos presos del aquí y del ahora. Armada de una aplastante armonía, su poesía se alejó por completo de cualquier juego lingüístico que pudiera reducir la comunicabilidad del poema, y sus imágenes no tendrían ya como objetivo alzar un mundo distinto, sino reproducir el que había y buscar complicidades. Del amor concebido como entrega absoluta, desmedida y salvaje (que encontró –por ejemplo- en el mar que envuelve a la quilla que lo rompe, la mejor de sus metáforas), se pasó a los moteles de carretera, a los bares penumbrosos donde cazan los tigres y a las medias olvidadas en un hotel cualquiera de una ciudad de provincias. Su emblemático No amarás, editado en el año 2001, no vino a ser sólo la consumación estética –y ya plenamente madura- de aquella transformación, sino la aceptación espiritual de que, tras la efusión del amor, la orfandad es lo único que queda.
Uno ignora a estas alturas el peso que la propia Mercedes Escolano ha dado a cada uno de sus poemarios en la antología general que le ha dedicado el Ayuntamiento de Málaga con el título de Juegos reunidos (1984-2004), y que todavía no he tenido la oportunidad de leer, como sin duda la pasará a ninguno de sus lectores, entre quienes me cuento. Pero más allá de sus propias percepciones, me atrevo a decir –como un lector tranquilo que ha aprendido a torear las cuernas de la melancolía- que el conjunto de su obra literaria escenifica con diafanidad los dos polos opuestos entre los que se ha venido debatiendo la mejor poesía española de los últimos veinticinco años, en un combate inútil contra lo mejor de sí misma…

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Lleva Ud. mucha razón al decir que la poesía española de estos últimos años ha estado luchando contra lo mejor de sí misma. En realidad, al querer quitar la legitimidad a los poetas de la generación anterior, ha acabado como Saturno deborando a sus mejores hijos. El caso de Mercedes Escolano es uno más de los muchos casos que nos hablan de lo difícil que es nadar contra la corriente. Hoy, gracias a sus Malos tiempos y a su no amarás, es una poeta mucho más conocida, pero para muchos de sus admiradores -entre los que me cuento- la mejor Mercedes hace mucho tiempo que pasó a mejor vida.

Conrado Luján
(León)
23 DE JULIO DE 2007 9:15

Anónimo dijo...

Querido Conrado:

No sé que interes te mueve a decir esas cosas. No creo que los poetas tengan una misión mejor que la de hablar por nosotros de nosotros, de nuestro tiempo y desde nuestro tiempo. Además, yo no veo que Carlos Morales haya desautorizado en su escrito la poesía que tú denigras, porque sería de tontos que lo hiciera habiendo sido el garante de la segunda edición de Malos tiempos, que tuvo la gentileza de enviarme hace algunos años. Otra cosa es que le gusten más los libros de la primera época. A mi los dioses y los naúfragos me parecen bien, pero no me resuelven el problema de enfrentarme a mi misma y a mis propios fantasmas.


Ruth Bonarte
(Texas)
23 DE JULIO DE 2007 9:24

Anónimo dijo...

Estimado amigo:
El escrito que acaba de publicar sobre Mercedes Escolano hace de Ud. un editor poco común en la medida en que dice por qué hace las cosas que hace y por qué edita los libros que edita.
En otro orden de cosas, tengo que decir que, en mi opinión, Mercedes Escolano se traicinó a sí misma cuando decidió sumarse a las corrientes mayoritarias, aunque reconozco que todo el mundo tiene derecho a plantearse su mundo en la dirección que le plazca. En lo que a mi respecta, me merece mucho más respeto la actitud literaria de otras escritoras de su generación -entre las que recuerdo a Aurora Luque, otra a las que El Toro de Barro ha tenido la fortuna de editar-, que han sabido mantenerse firmes en su propuesta más o menos discutible y, a la vez, abrirse un hueco bastante respetable entre los poetas de nuestro tiempo.
Un fuerte abrazo, y enohorabuena por su blog. Es una maravilla. Palabra de vallecano.

Lisardo Rojo
(Vallecas, Madrid)
23 DE JULIO DE 2007 9:38

Anónimo dijo...

Una pena y una estupidez dedicar tantas palabras a Mercedes Escolano, una poeta que sólo escribe para calentarnos la bragueta y que se olvida cuando te haces una paja y cierras sus libros. ¡La poesía es otra cosa, por Dios, incluso cuando te ataca el hambre de sexo!

Carlos Mejuto
Jaen.
23 DE JULIO DE 2007 9:50

Anónimo dijo...

Como dice Lisardo Rojo, todo escritor está en su derecho de virar adonde quiera y estime conveniente. Este pequeño debate surgido entre los lectores del blog es una reproducción a pequeña escala del que ha sacudido la poesía española última. Tenemos la suerte de que los partidarios del "verismo urbano" -me gusta la definición dada por Carlos Morales- no han podido imponer ningún canon como sello de nuestra generación, y eso a pesar del enorme apoyo de los medios de comunicación. Tal vez, lo más interesante del escrito de Carlos Morales, a quien le honra este tipo de "confesiones" tan poco comunes en el mundo de las letras, es haber puesto el caso de Mercedes Escolano como ejemplo de la encrucijada de la poesía española última y no tan última desde los años ochenta acá. Pero el hecho mismo de que su presencia en este blog genere un debate como el que está generando, es una prueba más de que lo que hace importa y, desde luego, sirve para algo más que para "calentar braguetas", en desafortunada expresión de un tal Carlos Mejuto que, no lo dudo, puede ser un gran lector, pero a quien -estoy segura- no aprovecha nada lo que lee.

Isabel Feinstein
(Buenos Aires)
23 DE JULIO DE 2007 11:11

Anónimo dijo...

He leído los poemas de Mercedes Escolano por primera vez en este espacio, que me parece uno de los espacios de la red más coherentes y precisos. Y me han impresionado mucho los de las Bacantes y los de Estelas. Mi librero me dice que las Estelas del Toro de Barro se han agotado, y que de Las Bacantes nunca tuvo ningún ejemplar. ¿Sabría decirme como conseguirlos acá?
Afectuosamente suya.

Malena Salazar Allende
(Santiago de Chile)
24 DE JULIO DE 2007 17:36

Anónimo dijo...

Conozco personalmente a Mercedes Escolano, y os aseguro que las modas literarias le dan absolutamente igual, sólo le interesa escribir libremente lo que le apetece. A menudo escribe dos libros de tono muy diferente a un mismo tiempo; por ejemplo, estuvo escribiendo Estelas en los mismos años que Malos tiempos, son dos libros muy diferentes, con lectores muy distintos. Estelas ganó en 1988 una beca del Ministerio de Cultura, pero no se publicó hasta 1991. En cuanto a Malos tiempos, quedó finalista del premio Rey Juan Carlos en 1989, pero no se publicó hasta ocho años más tarde. Al mismo tiempo que escribía Islas también escribía No amarás, otro ejemplo de tonos muy distintos. Es genial. Me encanta esta escritora.
Octavia (Cádiz)

Anónimo dijo...

Estimado Carlos Morales:
me hace gracia que usted confiese en su blog, como editor y como lector, que los libros de Mercedes Escolano que prefiere son "Las bacantes", "Estelas" e "Islas", y que encuentra menos encanto en "Malos tiempos" y "No amarás". Sin embargo, usted ha reeditado uno de estos últimos, señal esta de que apuesta por esta gran escritora gaditana.
Yo conocí a Mercedes Escolano en una lectura que dio en la universidad de Sevilla en 1989. Era una mujer pequeña, delgada, de larga melena rizada, con una mirada felina. Más que guapa, me pareció de una belleza inquietante, una de esas mujeres que nos parecen muy atractivas pero que no ganaría ningún concurso de belleza. Y cuando empezó a leer se me pusieron los vellos de punta, qué voz, qué emoción, cómo nos cautivó a todos, cuánta seducción y belleza en sus palabras. Salí de la lectura muy emocionado, y me faltó tiempo para ir a una librería a buscar sus libros. Precisamente mis preferidos son "Malos tiempos" y "No amarás", nadie como ella ha sabido dar ese toque de ironía, de comedia, a las relaciones amorosas. Es tan maliciosa e inteligente... tan ingenua y perversa a un mismo tiempo... Gracias por reeditar su libro "Malos tiempos" en El Toro de Barro, es uno de los mejores títulos de su editorial.

Jesús Parodi
(Sevilla)
Diciembre 2007

Anónimo dijo...

cuando te dicen que tienes un cáncer y que te queda poco tiempo de vida no sabes a qué clavo ardiente agarrarte. En medio de mi desesperación y amargura, encontré por casualidad el libro de Mercedes Escolano que se titula Estelas, y con él aprendí a aceptar la muerte y darle gracias a la vida por todo lo que me había dado. Nunca tendré palabras suficientes para agradecerle a esta poeta la fuerza espiritual que me ha dado y me da cada día. Me gustaría conocerla personalmente para abrazarla.

Juan López Ocaña
Madrid

Anónimo dijo...

Mercedes Escolano ha creado una página web en la que podemos leer muchos poemas suyos, ver fotos, leer artículos sobre su obra... una web muy sencilla e interesante. Os dejo la dirección para el que quiera curiosear y pasar un rato delicioso.Sería interesante que Carlos Morales hiciera un enlace con esa página web en su blog del Toro de Barro.
La dirección es:
www.mercedesescolano.jimdo.com
Me ha gustado mucho que ha encabezado la web con una foto preciosa de una caracola, que es el símbolo que más me recuerda a Mercedes.

Amalia Ruiz. Madrid